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ANSIEDAD EN NIÑOS
La manera en la que los niños expresan su ansiedad es muy distinta a cómo lo hacen los adultos. Esto es producto de algunas limitaciones que los niños pueden presentar, sobre todo con respecto al reconocimiento y expresión adecuada de sus emociones.
Y en algunas ocasiones, se encuentra limitada por una carencia de lenguaje que puede impedir que dichas emociones sean comunicadas oportunamente. Por esta razón, será de suma importancia el estar pendientes de cualquier signo que pudiera denotar la presencia de ansiedad.
SIGNOS QUE NOS INFORMAN DE LA PRESENCIA DE ANSIEDAD
Hay algunos signos que pueden manifestarse y evidenciar la presencia de una situación que genera estrés y ansiedad en el niño. Como pueden ser:
• Presentar irritabilidad o cambios de humor constantes.
• Negarse a asistir a ciertos lugares.
• Pueden mostrar conductas de agresión
• Mostrarse extremadamente tímido frente a otras personas, incluso sus pares
• En algunas ocasiones, puede manifestarse a través de malestares físicos frecuentes como dolor de barriga/ cabeza.
DIAGNÓSTICO DE LA ANSIEDAD INFANTIL
El diagnóstico de ansiedad infantil debe ser realizado por un profesional (psicólogo) y este será en función de los síntomas. Adicionalmente, para evitar un sobre-diagnóstico de trastornos de ansiedad en niños (puede confundirse con miedos transitorios o etapas normales del desarrollo) por esta razón es vital que se acuda siempre a un profesional.
TRATAMIENTO RECOMENDADO
Es recomendable realizar un tratamiento interdisciplinario oportuno que incluya los siguientes elementos:
• Psicoterapia: acompañamiento psicológico para el niño y los padres.
• Psicoeducación: recomendaciones y pautas para los padres de familia sobre las implicaciones y medidas que se pueden tomar en casa
• Terapias alternativas de juego y artísticas: en ocasiones, puede resultar de utilidad el hecho de que el niño plasme de una manera artística lo que está sintiendo.
RECOMENDACIONES DE PREVENCIÓN PARA PADRES DE FAMILIA
1. Es importante entender que los padres son referentes sociales directos para sus hijos. En consecuencia, la manera en la que abordan su propia ansiedad puede afectar la forma en la que los niños lo harán.
2. Hablar de las sensaciones y emociones que sentimos. Por tanto, animar a que el niño hable sobre sus emociones, lo que le gusta y no le gusta y describir lo que le pasa, ayudará a identificar lo que siente.
3. Buscar estrategias que minimicen esta sensación de malestar.
4. Hacer ejercicio o actividades físicas.
5. Crear rutinas y estructuras para que los niños tengan tiempo para desconectarse de sus preocupaciones, pero a la vez, mantenerse ocupados.
6. Promover el autocuidado, es decir, la implementación de rutinas saludables que contengan medidas de cuidado personal para potenciar el bienestar.
7. Revisar junto a un psicólogo si se trata de ansiedad o no, pues muchas veces los niños pueden sentirse emocionados o nerviosos por una situación en casa o un evento próximo y esto puede no ir relacionado a un problema de ansiedad.
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Es muy común recibir en mi consulta niños de 2-3 años con un retraso en el desarrollo del lenguaje con síntomas como poca intención comunicativa, neologismos o palabras inventadas por los niños, habla ininteligible, donde solo su núcleo familiar más íntimo entiende lo que él quiere decir.
Cuando empiezo a hacer una historia clínica completa junto con sus hábitos alimenticios, sociales, familiares etc., me encuentro con detalles que para los padres son poco relevantes y no consideran importantes para un desarrollo adecuado de todas las estructuras orofaciales. Me refiero más específicamente, a que le dan más comidas semisólidas que sólidas, a edades que y el pediatra ha autorizado este cambio de alimentación. Sopas licuadas y coladas en vez de las sopas con alimentos en trozos o pedazos; tetero en vez de la leche en vaso; yogurt liquido y colado en vez del yogurt con sus frutas y su textura original; carne molida en vez de un trozo de carne, pescado o pollo… y la lista podría ser muy grande, pero estos son algunos de los ejemplos más comunes en mi consulta.
Y si les pregunto a los padres ¿Por qué no han pasado a los alimentos sólidos? La respuesta es que les da miedo que se ahoguen, que al niño no le gusta sentir texturas en su boca, que se demora mucho tiempo con alimentos solidos en la boca, que no deglute con facilidad, etc.
Sin embargo, es precisamente todo lo anterior lo que madura el sistema orofacial. Recordemos que este maravillo y vital conjunto de órganos y estructuras (lengua, músculos, nervios, mucosas) desde su formación en el vientre materno, sigue una ruta de maduración natural que no debemos frenar sino al contrario, ayudar a fortalecer día a día.
Pero, cuando esos músculos faciales no se ejercitan con la masticación, se van volviendo flácidos, perezosos y con una descoordinación que afecta necesariamente el habla. A manera de símil pongo el siguiente ejemplo: Si una persona que tuvo un accidente con su brazo y lo tuvo inmóvil por mucho tiempo, cuando los médicos le dicen que puede usarlo nuevamente, el paciente nota que sus músculos están débiles, ha perdido la fuerza, su coordinación no es la misma.
Entonces cuando hablo de la relación del habla con la alimentación, estoy asegurando que, si un niño no pasa las etapas alimenticias como lo prescribe el pediatra, ósea, no pasa de semisólidos a solidos a la edad esperada, sus músculos faciales no se desarrollaran, no tendrán la misma fuerza para hablar correctamente, por otro lado las estructuras internas como dientes, encías y paladar no se ejercitaran y las consecuencias serán al final una patología que en Fonoaudiología se llama “DISALIA”.
¡¡Así que si los niños no tienen ninguna patología de base que le impida masticar sólidos, no hay disculpas!! Es un reto más en la educación de nuestros hijos y es aprender a crear nuevos hábitos.
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